sábado, 4 de julio de 2009

CLM EN VIVO.CARAS Y CRUCES,CALZADA DE CALATRAVA

La Semana Santa de Calzada es especial y distinta, "Las caras" vienen a demostrarlo. Se trata de un juego de suerte, en el que la gente apuesta importantes cantidades de dinero. Jugar a las caras es una antiquísima tradición de Calzada. No se sabe cuándo ni cómo empezó; pero se ha practicado sin interrupción desde épocas muy lejanas, y en ninguna parte existe algo parecido. Este juego se desarrolla así: hay una persona que tiene la banca, y los demás, que son los que apuestan y reciben el nombre de puntos, se colocan en corro en torno al baratero, que es quien organiza el juego y cuida de que se haga con normalidad. Para jugar se cogen dos monedas antiguas de cobre del reinado de Alfonso XII, con la cabeza del rey y el escudo bien visibles. El de la banca junta las piezas, quedando a la vista la cara de las monedas. Esta colocación es importante, y a veces se pide la comprobación. La gente del corro, los puntos, apuestan su dinero y el banquero pone en el suelo la misma cantidad. Cuando ya ha casado a todo el corro, se retira a un lado cualquiera y después de hacer visibles la piezas las tira al aire. En el momento de la verdad: si al caer al suelo y botar salen las dos caras hacia arriba, el baratero grita: ¡Caras!, y la banca recoge todo el dinero de las apuestas hechas. El baratero recibe, aunque no siempre, una propina, pues él suele ser el dueño de las piezas y el que se ocupa de la organización del corro. Si, por el contrario, después de caer y botar quedan visibles los escudos, entonces la palabra que pronuncia es: ¡Cruces!, y son los puntos quienes recogen el dinero de sus respectivas apuestas, pues perdió la banca. Esto supone que el jugador que lanzó la piezas deje de hacerlo y el baratero las entregue al siguiente que la haya pedido. En caso de ganar los del corro, no hay propina para el organizador. Pero puede ocurrir que, al caer las piezas, quede cada una de lado diferente. En este caso, el baratero vocea: ¡Cara y Cruz!, con lo que no gana nadie. Se recogen las piezas, las entrega al banquero y vuelve a iniciarse el juego. Las piezas, como antes se ha dicho, tienen que estar juntas y, abajo y arriba, a la vista, tienen que tener la cara del rey. Si no están de esta manera, existe trampa. Por eso, y aunque no se lo pidan, quien tiene la banca ha de enseñarlas siempre al baratero. Los puntos, aunque tengan el dinero y las piezas estén en el aire, pueden retirarse de la jugada diciendo: ¡Barajo! A partir de este momento ni pierde ni gana, es como si no hubiese realizado apuesta. Esta expresión también puede indicar la necesidad de anular la jugada si se ha observado alguna irregularidad. Estas reglas son muy sencillas y están absoluta y plenamente aceptadas, por lo que no se conoce que nunca hayan existido problemas, a pesar de la mucha gente que interviene y de la cantidad de dinero que hay en juego. Las Caras puede tener su origen en que, cuando Jesús fue sacrificado, los soldados se jugaron sus vestiduras. También podría estar motivado por el hecho de que Judas se jugase las treinta monedas que recibió por el vendimiento de Jesús. Las caras se juegan el Viernes Santo exclusivamente, desde por la mañana hasta la procesión del Entierro de Cristo. En este día Dios ha muerto. No hay quien nos juzgue. El juego, prohibido durante todo el año, puede realizarse con entera libertad. Unos días antes, los habituales barateros preparan sus corros pintando círculos con cal y poniendo en el centro su nombre o sus iniciales. Esto se hace en ciertas esquinas y, sobre todo, en la calle Real y Plaza de España, si bien los corros más importantes se organizan en el Casino y en la Obrera, que son dos sociedades recreativas privadas, pero que este día abren sus puertas a todo el mundo. Es normal que en estos corros haya bebidas y aperitivos para festejar los éxitos y apagar los sofocos de las pérdidas. Gente de toda la comarca y de zonas lejanas viene este día a Calzada con el exclusivo fin de jugarse los cuartos, pues aquí, y sólo aquí, existe este juego, que tiene una raigambre secular. Es muy difícil calcular el dinero que se mueve en esta fecha, pero no resulta exagerado cifrar en miles de euros la cantidad que cae al suelo y cambia de bolsillo según el cara o cruz, dentro de un ambiente extraordinario de convivencia. A pesar del volumen que en conjunto se pone en juego, no representa problemas para ninguna economía, incluso la más modestas, porque, y de antemano, cada uno tiene pensado lo que se va a jugar. La elevada cantidad está en relación a la gran participación de gente. Se vive como algo intrínseco al Viernes Santo, en su vertiente festiva, y no como vicio. El juego de Las Caras no se perderá nunca, porque los calzadeños lo llevan muy dentro.

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