jueves, 31 de diciembre de 2009

Pregón año 1998, Concepción Ruiz Ramos


Buenas noches:
Es para mí una alegría poder un año más celebrar la Semana Santa en mi pueblo, una satisfacción que me hayan elegido a mí para el PREGÓN DE ESTE AÑO. (Y UN APRIETO).
Fue una sorpresa ya que considero que hay personas con más experiencia que yo y más capacitadas.
De todas formas, gracias por la confianza hacia mí.
Es ésta una fiesta no para todos con el mismo sentido. Pues todo depende de la forma de pensar de cada uno, de sus creencias o no creencias, que todas son respetables.
Es por lo que pensé exponer mis distintas etapas en la Semana Santa.
En primer lugar, esta vivencia arranca desde pequeña. Sabías cuando empezaba la Cuaresma por la campanilla de las ánimas, que de niños nos gustaba tocar. Ahora supongo que también.
Pues bien, los mayores, sobre todo las mujeres, ya se ponían en movimiento para hacer una limpieza de las casas más a fondo. Después venía hacer los dulces propios de la Semana Santa: íbamos al horno y nos lo pasábamos muy bien, pues nos daban a probar y nos gustaban mucho.
Luego venían los de casa: los barquillos, las flores y los rosquillos, y siempre esperábamos que se rompieran o salieran feos para que nos los dieran, pues entonces no había tantos dulces como hay ahora.
Era una época bonita, en la cual los niños disfrutábamos más, aunque no hubiera tanta abundancia como hay hoy.
Unos días antes del Domingo de Ramos ya se sacaban las túnicas, para que se airearan, y nos peleábamos por ponernos el capillo, que mi madre no nos lo dejaba poner porque decía que se rompían las varillas.
Para mi madre, como para todas las mujeres, eran días de bastante ajetreo, pues también la comida era especial y los postres, y todo tenía que estar preparado, pues luego se asistía a los cultos de la Iglesia, ya que la mujer no participaba en las procesiones, sólo como espectadoras.
También hubo un tiempo que trabajamos en Semana Santa, pues mis padres estaban de reposteros en la barra de la Obrera. Confieso que fue un tiempo duro, pues trabajábamos mucho, había que limpiar y además servir las mesas. Entonces se servía mucho una BOTELLITA HECHA y los más jóvenes una PONCHERA, pero con la Semana Santa casi todo eran botellines de cerveza. De todo el año creo que era cuando más se trabajaba, así que veíamos la procesión cuando pasaba por la puerta. Tenía la recompensa en que se ganaba más. Mi saludo especial para estas personas que hoy están detrás de la barra para servirnos a nosotros.
No todo fue duro, puesto que los socios que iban, tanto mayores como jóvenes, nos apreciaban bastante, sobre todo los mayores que estaban muy al tanto cuando veíamos la televisión y salían las películas de dos rombos, nos mandaban salir. Quizás sea de ahí de donde nos conoce tanta gente y puede que a mí más, por ser la mayor de mis hermanos.
Fue en tiempo de Semana Santa donde experimenté un sentimiento de pecado o culpabilidad que no se me olvida. Entre las pastas que se hacían estaban los cocos, que a mí me gustaban mucho y en aquel tiempo más. Como la casa donde vivíamos estaba enfrente de LA OBRERA, cada vez que nos mandaban a por alguna cosa yo entraba en la despensa y cogía uno, la olla donde estaban bajaba y si mi madre preguntaba: "¿Quién se come los cocos?" Nadie había sido. Os digo esto puesto que me creó un sentimiento de culpa, de pecado, pues yo era incapaz de decir que había sido yo; por tanto era un pecado que había que confesar. Recuerdo cómo le pedía al SEÑOR que no me castigara, pero la tentación era más fuerte que yo.
Se nos enseñaba el catecismo o la religión con temor, pues yo no veía el amor o el perdón por ningún sitio. Cuando es todo lo contrario. Dios es Amor y Misericordia, sin embargo este temor lo arrastré durante muchos años.
Cuando fuimos un poco mayores, recuerdo que estrenábamos el Domingo de Ramos y Viernes Santo. Sería por lo de que "quien no estrena en Domingo de Ramos no estrena en todo el año".
Hasta que emigramos a Barcelona en el año 67 después de Semana Santa, estas fueron mis experiencias.
Cuando regresé ya había habido muchos cambios y la mujer ya participaba mucho más activamente tanto en el campo laboral como en el social. De ahí que se nos invitara a participar de la Semana Santa como solemos hacer hoy cuando nos viene alguien de fuera, es una forma de que la gente se integre.
Nosotros lo hicimos sin ningún sentido religioso, solamente por pasárnoslo bien, y en los primeros años me vestí de blanquillo, de negrillo y de "armao"; yo terminaba molida, pero contenta y a gusto, pues siempre he sido bien acogida en todas las Hermandades.
El hecho de vestirme más de negrillo creo que es por tener la túnica de mi abuelo y por seguir la tradición, pues mi tío es blanquillo y mi padre era negrillo, poco a poco me fui integrando y ahora lo considero como algo mío.
He vivido experiencias de todo tipo, pues ya llevo muchos años participando. Y veo cómo cada HERMANO MAYOR y su Junta siempre quieren ir avanzando y progresando para que resulte más bonita y esplendorosa y todos nos sintamos más cómodos y orgullosos de nuestra Semana Santa, creyentes y no creyentes.
Es un trabajo de todo un año por parte de todas las Hermandades y sus Juntas no siempre apreciado ni bien visto por todos, puesto que es difícil estar de acuerdo con el gusto de todos. Yo lo que he visto desde dentro es que se hace con la mejor voluntad para que todo quede bien.
Todo este esfuerzo sería vano, qué duda cabe, si detrás no hubiera un pueblo de profundas raíces que se enorgullece de sus tradiciones, que son muchas. Y de ahí esa gran colaboración en todo, que sin vosotros no podrían realizarse.
Creo que no será un atrevimiento por mi parte dar las gracias en nombre de todas las Hermandades por vuestra gran generosidad en distintas formas. Generosidad que vais sembrando en vuestros hijos, pues cuando os pedimos la limosna a vosotros los padres siempre dais alguna moneda a vuestro hijo para que la eche. Este es un gesto hermoso.
Otra forma es la cantidad de niños que nada más nacer ya los hacéis cofrades, algunos padres ya los llevan vestidos de las distintas Hermandades en el cochecito.
Esto es una bendición de Dios que nos permita este corazón generoso, para ir depositando nuestras tradiciones en nuestros hijos, que luego las seguirán o no, pero las recordarán como nos pasa a nosotros.
Nuestra época fue de más precariedad, no todos los niños se podían vestir, aunque a los padres les gustara, pero también teníamos otros valores que ahora van desapareciendo.
Hoy la sociedad nos impone el consumir, el tener, no importa cómo se obtenga, la ética y la moral muchas veces son ya valores desfasados
Es por ello muy importante que vayamos sembrando las costumbres en nuestros hijos. Aquí entendemos mucho del campo y sabemos que hay que sembrar para cosechar y no siempre se coge buena cosecha. Pero entre tantos jóvenes siembre habrá a los que les guste conservar sus raíces y creencias.
Pero el principal contenido de Semana Santa, la Semana Grande como la denomina la Iglesia, es la noche de Pascua.
Es un tiempo para los creyentes que te llama a reflexionar sobre nuestros propios actos. Para las personas que creemos sabemos que Cristo no murió por nada, sino que con su muerte nos salvó a todos.
Es difícil expresar lo que uno siente, pero yo creo que existe un gran paralelismo entre el pueblo de Israel y el pueblo de hoy que somos nosotros.
Cuando entró Jesús en Jerusalén todo el pueblo salió a recibirlo con ramos de olivo, con palmas y con sus mejores galas. Es lo que nosotros haremos mañana. Y así nos iremos adentrando en una semana que nos invita a ir meditando.
Miércoles Santo por la noche, en la procesión del Silencio, acompañaremos a Jesús en el VIA CRUCIS. La actitud que vemos en esta imagen es la de ir meditando, como si fuera haciendo esa oración silenciosa que sale del corazón y va directa al Padre. Y es en el silencio de la noche donde nosotros también podemos pedir al Padre.
Jueves Santo con los diferentes pasos vemos que seguimos imitando al pueblo de Israel, nadie damos la cara por Jesús, es un perdedor y nos avergonzamos y dejamos que lo juzguen y lo condenen. Nos lavamos las manos, nos pasa como a Pedro, si nos preguntaran lo negaríamos. Dejamos a su Madre sola. De tanta gente que sale a vitorearlo el Domingo de Ramos ya sólo quedan unos pocos, ¿qué pasó?. El pueblo creía que Jesús venía a empuñar la espada, su actitud fue la del perdón y el amor, todo un perdedor. Es por ello que lo abandonaron.
Es posible que en nuestras vidas se den situaciones parecidas. En la abundancia tienes amigos que en la precariedad desaparecen, ¿dónde están?. La misma situación sucede con Jesús y así lo vemos Viernes Santo cargando con su cruz por ti y por mí. Dejamos que lo crucifiquen.
¿Qué nos pasa a nosotros cuando tenemos un sufrimiento, un mal? Pedimos ayuda, acudimos al médico, que nos lo quiten de encima, pues demasiado pesado es sufrir. Nos escandaliza la cruz, el sufrimiento, no nos acordamos cuando Jesús está en el huerto de los Olivos, sudaba gotas de sangre y decía:
"Padre, si es posible aparta de mí este cáliz". Humanamente no podía más, pero continúa: "Mas no se haga mi voluntad, sino la tuya". Y gracias a este no rebelarse de Jesús tenemos una esperanza de Vida Eterna.
Viernes Santo en la procesión de la Soledad. Vemos una Madre rota de dolor y sola, su único Hijo como un malhechor ha muerto en la cruz, siendo inocente. La madre que haya experimentado la pérdida de un hijo sabrá lo que se siente.
Pues bien, todo este sufrimiento se hace glorioso el Sábado de Pascua. La Pascua, en sus orígenes, es una fiesta de familia, se celebraba de noche al principio de la Primavera. Por eso la gran Primavera del pueblo de Israel es aquella en que Dios los libera del yugo egipcio.
La Pascua cristiana, Jesús crucificado la víspera de un sábado, resucita al día siguiente de este mismo sábado.
Este día recibirá pronto un nombre nuevo: el día del Señor, DIES DOMINI, el domingo que hace presente a los cristianos la resurrección de Cristo que nos une en la Eucaristía.
Como conclusión os diré algo muy importante y es que Dios nos ama profundamente, que nos conoce como somos pecadores y débiles, por eso nos dice: "Venid a mí los cansados, los que sufren, pues yo os consolaré".
Sea esta semana de gozo para todos, en la que podamos compartir con nuestras familias y amigos, seamos tolerantes y misericordiosos, acojamos con alegría a los que vienen de fuera, y sobre todo respetemos las formas de pensar de los demás. Pues cada uno de nosotros tiene su verdad.
Espero que Dios nos bendiga a todos y tengamos buen tiempo, para el buen lucimiento de nuestras procesiones.

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